17 de noviembre de 2007

Atardecer by Ray Bueno


El camino para el amor


Sólo cuando estás bien contigo mismo puedes estar bien con los demás.

Sólo cuando manejas tu soledad puedes manejar una relación.

Necesitas valorarte para valorar, quererte para querer, respetarte

para respetar y aceptarte para aceptar, ya que nadie

da lo que no tiene dentro de sí

Ninguna relación te dará la paz, que tu mismo no posees en tu interior.

Ninguna relación te brindará la felicidad, que tú mismo no construyas.

Solo podrás ser feliz con otra persona cuando seas capaz de decirle

bien convencido: "No te necesito para ser feliz". Sólo

podrás amar siendo independiente, hasta el punto de no tener

que manipular ni manejar a los que dices querer. Sólo se podrá

ser feliz, cuando dos personas felices se unen, para compartir

su felicidad, no para hacerse felices la una a la otra.

Para amar necesitas una humilde autosuficiencia,

necesitas autoestima y la práctica de una libertad

responsable. Pretender que otra persona nos haga

felices y llene todas nuestras expectativas, es una

fantasía narcisista que sólo trae frustraciones. Por eso,

ámate mucho, madura, y el día que puedas decirle

a la otra persona "Sin ti me lo paso bien", ese día estarás

más preparado para vivir en pareja.

¡¡Qué tema el del amor...!!!

¿Quién puede amar así?

Nos hemos educado con la idea de la "media naranja",

sin la que somos seres incompletos que necesitamos

del otro, para encontrar la sensación de plenitud. Los

cuentos de hadas siempre terminan con el

encuentro del príncipe azul y el consabido "y vivieron

felices".

Y creemos en esos cuentos. Y nos empecinamos en

vivenciarlos… Aparecen, entonces, frases como "el otro me

hace sufrir", "el otro no me comprende" y permanecemos

atados a relaciones donde seguimos esperando que algo

externo a nosotros cambie y nos traiga la paz, el

equilibrio, el amor, la felicidad. Nada encontraremos

en el otro, si primero no lo hallamos en nosotros.

Éste es un largo proceso que puede tomarnos toda

la vida. Al transitar ese camino, nos encontraremos

con partes nuestras

que preferiríamos no reconocer, colmadas de dolores,

de miserias personales... pero valió la pena.

Antes de acudir al encuentro del otro, deberíamos intentar
el encuentro con nosotros mismos...