14 de marzo de 2008

MATERIA Y FORMA DEL SER HUMANO




MATERIA Y FORMA DEL SER HUMANO

Materia y forma se encuentran tan unidos en el ser humano que
no resulta posible disociarlos, si la materia no está contenida en
la razón, puede llevar a que un ser se desvíe de su destino celeste,
por ello ha de estar regulado por la forma, porque ella conduce las
normas morales y alienta en la consecución de la verdad que ha
de hallarse en uno mismo. Quien actúa conforme a la verdad lo
hace de manera espontánea y responde a las incitaciones del
mundo externo, se trata, por lo tanto, de recurrir a la experiencia
directa.

En una conocida metáfora se compara a la naturaleza, o espíritu,
con una lámpara que es fuente de luz y de calor; el calor de esa
lámpara es el calor del amor unitivo, que es el que el sabio
experimenta hacia el resto de seres vivos, y su luz constituye la
luz del buen conocimiento, que es capaz de captar a las criaturas
y a las cosas pero desde el interior. El amor es el que da lugar a la
acción, y el conocimiento es el que guía esa acción. Por lo tanto,
la sensibilidad y la inteligencia la voluntad y el entendimiento,
están en una continua relación y se ayudan mutuamente, es decir,
que no constituyen dos poderes por completo distintos, sino que
son dos expresiones complementarias de un único poder, que no
es otro que el del espíritu terreno.

El hombre que es capaz de dejarse llevar por ese impulso del
espíritu se transforma en un ser clarividente, y adquiere la
capacidad de distinguir lo falso de lo verdadero, el bien del mal…,
con lo que su conducta se percibe como infalible.

Existe por tanto una luz interior que ilumina las cosas en el centro
del espíritu y que se las presenta al ser humano como si éstas
fueran inherentes a su vida. De modo que el gran hombre, el
hombre superior, tiene en sí el conocimiento de que, todo cuando
existe bajo el cielo es como si formara una enorme familia, una
única familia.

De ahí que los maestros conocedores del ser humano, defiendan
la práctica de la virtud y el respeto por las relaciones humanas, y
que esta enseñanza fuera entendida de inmediato. Las flores, como
cualquier otra cosa exterior, bien sea un color, un árbol, o un
acantilado, no son exteriores al espíritu humano, porque el espíritu
es la conciencia, y ésta es la que reina en el cielo, en la tierra y en los
espíritus de las cosas.

De esto modo, se produce una unidad de la conducta y una unidad
del conocimiento, sin que se descuiden cosas tales como la sociedad
o la familia. La acción del “buen conocimiento” se guía por la
benevolencia hacia el resto de seres, hacia el prójimo, es ahí donde
encuentra su realización.

Ray Bueno
Miami, Fla. USA