19 de abril de 2009

LA INTELIGENCIA NO NACE, SE HACE.

Foto by Ivelisse de Jesús ( Playa Juan Dolio/ Rep. Dom )



LA INTELIGENCIA NO NACE, SE HACE.
By NICHOLAS D. KRISTOF
The New York Times

Los coeficientes intelectuales (CI) de personas pobres son
considerablemente inferiores a los de las personas ricas, y la
incómoda sabiduría convencional ha insistido en que esto es,
en buena medida, una función de la genética.

Después de todo, al parecer una serie de estudios indicaba que
el CI se hereda en su mayor parte. Gemelos idénticos criados por
separado, por ejemplo, tienen coeficientes intelectuales
notablemente similares. Ellos incluso están más cerca en
promedio que gemelos fraternales que crecieron juntos.

Si la inteligencia estuviera cifrada profundamente en nuestros
genes, eso conduciría a la deprimente conclusión de que ni la
educación escolar ni los programas para el combate de la
pobreza pueden lograr gran cosa. No obstante, aunque esta
perspectiva del CI como un factor abrumadoramente heredado
se ha mantenido, aumenta la evidencia de que, en términos
prácticos, está profundamente equivocada. Richard Nisbett,
de Sicología de la Universidad de Michigan, acaba
de echar por tierra esta opinión en un nuevo y soberbio libro,
Inteligencia y cómo adquirirla, que también ofrece magníficos
consejos para encontrarle solución a la pobreza y la
desigualdad en Estados Unidos.

Nisbett proporciona sugerencias para transformar a sus propios
pilluelos en genios -- elogie más el esfuerzo que el logro,
enséñeles a demorar la gratificación, limite las reprimendas y
use el elogio para estimular la curiosidad -- pero se concentra
en cómo elevar el CI colectivo de Estados Unidos. Eso es
importante, ya que si bien el CI no mide el intelecto puro -- no
estamos seguros con exactitud de qué mide -- las diferencias
sí tienen importancia, y un CI más elevado se correlaciona con
un mayor éxito en la vida.

Efectivamente, al parecer la inteligencia se hereda
considerablemente en hogares de clase media, y esa es la razón
de los hallazgos en los estudios de gemelos: muy pocos niños
pobres fueron incluidos en esos estudios. No obstante, el
catedrático Eric Turkheimer, de la Universidad de Virginia,
condujo investigaciones ulteriores en las que se demostró que
en hogares pobres y caóticos, el CI es mínimamente el resultado
de la genética; ya que el desarrollo de todos se ve detenido.

''Los ambientes negativos suprimen los coeficientes
intelectuales de los niños'', dijo Turkheimer.

Una forma de medir lo anterior consiste en que, cuando los
niños pobres son adoptados en el seno de hogares de clase
media, sus CI aumentan de 12 a 18 puntos, dependiendo del
estudio.

Una buena educación se correlaciona de manera particularmente
con un CI más elevado entre los niños. Una de las indicaciones
de la importancia de la escuela es que el CI de los
niños baja o se estanca durante los meses de verano, cuando
están de vacaciones.

Nisbett defiende con firmeza la educación intensiva desde la
temprana infancia debido a su capacidad demostrada de elevar
el CI y mejorar resultados a largo plazo. El Proyecto Milwaukee,
por ejemplo, tomó a niños afroamericanos considerados en
riesgo de retraso mental y los asignó al azar ya sea a un grupo
de control que no recibió ayuda alguna, o a un grupo que gozó
de cuidado infantil y educación intensivos desde los 6 meses
hasta que se marcharon para entrar al primer grado.

Ray Bueno
Miami, Fla. USA