EL AMOR, QUE ES ?
Tony Raful
El amor es un sentimiento, una actitud, una forma rumorosa de
encantamiento, una voluntad ciega de querer, una forma de existir
bajo sombras y fulgores. El amor es el espíritu de la llama, la
hermosura de un destino, la ternura desbordante, la sangre pura crepitante, el corazón amante, la dulce mirada, el universo paralelo
de un perfume, el ondulante velo, la loca fantasía. El amor es
siempre una alternativa de rosas, una fuga infinita de quererte,
una joya lapislázuli, un conteo de luna traviesa,
el rojo tejado de la primavera, la edad posible de ser bella, el leve
sentir de tus párpados, la noche entera para lisonjear los sueños
dulces, la pasión de adorarte.
El amor es un atajo, una inventiva, un modo de vivir sin vivir
la agonía, la soledad, el desamor, es néctar cristalino, cálices
frescos, cutis terso, es una boca púrpura que aguarda, es
viento cálido que cruza entre los árboles, es mágico contorno del
duende y la orquídea, es suspiro y
promesa, es vivir contigo hasta que me muera, es misterio carnal y
etéreo, es cristal de la aurora, sentido y éxtasis; el amor es tentativa
válida de plenitud, encanto y locura, gestión de besos, la búsqueda
en la lumbre del embeleso, en ojos de humedad y colibrí.
El amor no reclama nada porque lo tiene todo, es solidaridad,
contagio visual del cisne y la lira, ámbito de la cigarra, vino y
suspiro, amor son “Los versos del capitán”, de Neruda a Matilde,
aquel anónimo provisional que anduvo sublimando el alba
en el rostro de reina de una mujer, el amor es una gota de rocío
en tus cabellos, es el olor de la lluvia en la tierra y en tu piel, es la imaginación atinando a quererte para siempre.
El amor es la divinidad, Dios es amor, dice Juan en un
versículo, y el amor es Dios cuando crea, el amor es fuego
soberano de luz calcinante. El amor son los pétalos, el
silencio y las espumas, el vacío donde palpita el otoño y una
guitarra, la nave rota de un enjambre de abejas, el mar y la
duda, los jazmines y el violín, la corta vida del plenilunio
en tu regazo, destello de un ensueño. El amor es servicio,
es la mano amiga, la cercanía, la piedad, la faz bella, la
ola, el tinte violeta del crespúsculo, los ojos enamorados,
el hechizo de estar vivos todavía, el repliegue ante el horror,
los antojos, la miel de tu boca, el alma bendecida, la
límpida palabra que te designa fecunda, grandiosa cuando
amas, el ubérrimo trigal, un incendio de luceros en el cielo.
Si tuviera que definir el amor, diría que es un conjuro venial,
el nimbo sereno de mi despertar, la cercanía de mis seres
queridos, la impronta de su ternura. Cuando hablamos del amor testificamos que el amor recupera la vitalidad, la ofrenda
generosa del capullo y la rosa, la entrega, el encaje risueño de
la paz, la fraternidad humana, la quimera delirante de pájaros
y flores. La muerte no compite con el amor, no puede con su
pupila azul, con su caricia renacida, con el blanco velador
de su savia, que su espejo festeja, péndulo nigromante en el
nido incesante de la cópula y el alma blanda.
El amor no es la guerra, no es el odio, no es el dolor, no es el
mundo destrozado sino la capacidad de reinventarnos
diariamente, de resistir la tentación del ocaso y su desvarío,
vivir para que la vida tenga sentido, para crearnos en el otro.
Hegel habló alguna vez de la necesidad de crear el alma, sobre
la base de que no nacemos con ella, sino que la vamos forjando
todos los días, ella crece con el amor o no crece. Para Hegel
había que ganarse la posibilidad de tener un alma, no era
gratuita, crecía con el aroma del amor, vinculaba el barro
con la égida celeste.
La idea es fascinante, incompleta como proyecto, el ser
humano requiere seguir creando sobre el abismo de su
porvenir estremecido.
Si nacemos por accidente, entonces debemos ganar el
derecho a vivir en la gracia del amor, si el universo está
deshabitado, hagamos crecer el alma y dispongamos de la
vida como ordena el amor en su expansión ilimitada de
belleza y armonía. El amor es un ligero temblor,
un sendero del corazón, tu mejor tarde, tu llovizna y tu loco
frenesí; Cupido, lo mejor que nos pasa cuando vivimos
ilusionados de vivir en la ilusión de la vida, premio y cántaro
para llenar tu cuerpo, tu cara y tus manos con la soflama
trémula del amor y el pecado.
Ray Bueno
Santo Domingo, Rep. Dom
Tony Raful
El amor es un sentimiento, una actitud, una forma rumorosa de
encantamiento, una voluntad ciega de querer, una forma de existir
bajo sombras y fulgores. El amor es el espíritu de la llama, la
hermosura de un destino, la ternura desbordante, la sangre pura crepitante, el corazón amante, la dulce mirada, el universo paralelo
de un perfume, el ondulante velo, la loca fantasía. El amor es
siempre una alternativa de rosas, una fuga infinita de quererte,
una joya lapislázuli, un conteo de luna traviesa,
el rojo tejado de la primavera, la edad posible de ser bella, el leve
sentir de tus párpados, la noche entera para lisonjear los sueños
dulces, la pasión de adorarte.
El amor es un atajo, una inventiva, un modo de vivir sin vivir
la agonía, la soledad, el desamor, es néctar cristalino, cálices
frescos, cutis terso, es una boca púrpura que aguarda, es
viento cálido que cruza entre los árboles, es mágico contorno del
duende y la orquídea, es suspiro y
promesa, es vivir contigo hasta que me muera, es misterio carnal y
etéreo, es cristal de la aurora, sentido y éxtasis; el amor es tentativa
válida de plenitud, encanto y locura, gestión de besos, la búsqueda
en la lumbre del embeleso, en ojos de humedad y colibrí.
El amor no reclama nada porque lo tiene todo, es solidaridad,
contagio visual del cisne y la lira, ámbito de la cigarra, vino y
suspiro, amor son “Los versos del capitán”, de Neruda a Matilde,
aquel anónimo provisional que anduvo sublimando el alba
en el rostro de reina de una mujer, el amor es una gota de rocío
en tus cabellos, es el olor de la lluvia en la tierra y en tu piel, es la imaginación atinando a quererte para siempre.
El amor es la divinidad, Dios es amor, dice Juan en un
versículo, y el amor es Dios cuando crea, el amor es fuego
soberano de luz calcinante. El amor son los pétalos, el
silencio y las espumas, el vacío donde palpita el otoño y una
guitarra, la nave rota de un enjambre de abejas, el mar y la
duda, los jazmines y el violín, la corta vida del plenilunio
en tu regazo, destello de un ensueño. El amor es servicio,
es la mano amiga, la cercanía, la piedad, la faz bella, la
ola, el tinte violeta del crespúsculo, los ojos enamorados,
el hechizo de estar vivos todavía, el repliegue ante el horror,
los antojos, la miel de tu boca, el alma bendecida, la
límpida palabra que te designa fecunda, grandiosa cuando
amas, el ubérrimo trigal, un incendio de luceros en el cielo.
Si tuviera que definir el amor, diría que es un conjuro venial,
el nimbo sereno de mi despertar, la cercanía de mis seres
queridos, la impronta de su ternura. Cuando hablamos del amor testificamos que el amor recupera la vitalidad, la ofrenda
generosa del capullo y la rosa, la entrega, el encaje risueño de
la paz, la fraternidad humana, la quimera delirante de pájaros
y flores. La muerte no compite con el amor, no puede con su
pupila azul, con su caricia renacida, con el blanco velador
de su savia, que su espejo festeja, péndulo nigromante en el
nido incesante de la cópula y el alma blanda.
El amor no es la guerra, no es el odio, no es el dolor, no es el
mundo destrozado sino la capacidad de reinventarnos
diariamente, de resistir la tentación del ocaso y su desvarío,
vivir para que la vida tenga sentido, para crearnos en el otro.
Hegel habló alguna vez de la necesidad de crear el alma, sobre
la base de que no nacemos con ella, sino que la vamos forjando
todos los días, ella crece con el amor o no crece. Para Hegel
había que ganarse la posibilidad de tener un alma, no era
gratuita, crecía con el aroma del amor, vinculaba el barro
con la égida celeste.
La idea es fascinante, incompleta como proyecto, el ser
humano requiere seguir creando sobre el abismo de su
porvenir estremecido.
Si nacemos por accidente, entonces debemos ganar el
derecho a vivir en la gracia del amor, si el universo está
deshabitado, hagamos crecer el alma y dispongamos de la
vida como ordena el amor en su expansión ilimitada de
belleza y armonía. El amor es un ligero temblor,
un sendero del corazón, tu mejor tarde, tu llovizna y tu loco
frenesí; Cupido, lo mejor que nos pasa cuando vivimos
ilusionados de vivir en la ilusión de la vida, premio y cántaro
para llenar tu cuerpo, tu cara y tus manos con la soflama
trémula del amor y el pecado.
Ray Bueno
Santo Domingo, Rep. Dom
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